ENTREVISTA A ALIETO GUADAGNI

Por Nora Lía Jabif

PARA LA GACETA

En el mundo globalizado de la ciencia y la tecnología, la importancia económica del capital humano es cuatro veces mayor a la del capital físico, enfatiza Alieto Guadagni. Economista de profesión, protagonista y testigo de la historia argentina de los últimos 60 años en diversos escenarios y funciones, recurre a las estadísticas para argumentar por qué el siglo XXI no puede ser analizado ni transitado con categorías de la centuria pasada. “Si usted suma el valor económico de los puertos, los ferrocarriles, los aviones, las fábricas de automóviles, los ingenios azucareros, etcétera, y le da un valor a lo que está en la cabeza de los humanos, económicamente hablando, vale cuatro veces más. Además, en el siglo XXI crecen los países que tienen buen sistema educativo”, remarca Guadagni desde Buenos Aires, en diálogo con LA GACETA. Un alerta para aquellos países que, como Argentina, todavía cifran sus expectativas de desarrollo en las bondades de sus recursos naturales o en el capitalismo fordista del temprano siglo XX. “El país que más crece en el mundo es Corea, que no tiene nada. Y hay montones de países africanos que tienen inmensos recursos minerales y viven en la pobreza”, advierte el autor de “La educación argentina del siglo XXI”, que este jueves a las 19.30 disertará en Tucumán (hotel Catalinas Park), invitado por la Academia de Ciencias Morales, Políticas y Jurídicas de Tucumán.

- ¿Cómo explica nuestro estancamiento como país?

- En la década del 40, Argentina era el país más grande de América latina; en el 50 nos manda Brasil al segundo lugar; en los 60 nos manda México al tercer lugar, y en cinco, seis, ocho años, Colombia nos manda al cuarto lugar. Es un país que no ha podido resolver los problemas más elementales. Y es muy difícil de aclarar, pero la clase política argentina es muy pobre. Los políticos argentinos son fundamentalmente ignorantes de los temas importantes para la Argentina. Todo lo disfrazan con discursos vacíos de contenido, carentes de propuestas.

- ¿A esa pobreza política la podemos entender desde el historial de rupturas institucionales que hemos vivido ?

- Claro que está íntimamente vinculada. No hubo golpe de Estado en la Argentina que no haya tenido el apoyo de sectores civiles. Todos los golpes, desde el 6 de septiembre de 1930, tuvieron apoyos importantes: el del 30, el del 43, el del 55 y los que vinieron después.

- ¿ Cómo se reconstruye?

- Primero, ver dónde estamos parados. Y ver qué han hecho, o qué no han hecho, los países que están a nuestro alrededor.

- ¿ Dónde tendríamos que poner la mirada en la región?

- Chile, Colombia, Uruguay y Ecuador en algunas cosas, Costa Rica, en algunas cosas Brasil. Y cuando digo en algunas cosas, me refiero a temas particulares.

- ...Usted ha sido embajador en Brasil.. ¿ Qué lectura hace del triunfo de Bolsonaro?

- Ahí hay dos explicaciones. Más que el triunfo de Bolsonaro, es la derrota del PT, que gobernó casi 12 años. De esos 12, ocho le correspondieron a Lula, que tuvo una gestión brillante, porque disminuyó radicalmente la pobreza en Brasil, expandió fuertemente la economía, moderó el gasto público, no tuvo una inflación descontrolada. Le fue mal en los últimos años, cuando viene Dilma. Y junto con ello, le fue mal a la Argentina. Porque Brasil y la Argentina tienen en común el hecho de que no crecen desde el 2010, 2011. Eso, más la corrupción, incidieron en la elección. Yo no creo que sea tanto un voto de apoyo a un extremista de derecha como de rechazo a la corrupción, y de desaliento ante la situación económica.

- Pero en Europa también estamos observando avances nacionalistas y hasta neonazis...

- Pero eso tiene otra explicación. El caso europeo es propio de un continente de raíz cristiana que, como ha renunciado a la natalidad, ha renunciado a crecer demográficamente, la única opción que tiene para mantenerse es aceptar inmigrantes que son de otra cultura o religión, y que le crean un problema muy serio. La tasa de fecundidad para que una población se mantenga estable, en promedio, es de dos hijos por cada mujer. En Europa tienen 1,3, 1,4. Es una sociedad que renunció a la procreación. Como el resto del mundo en desarrollo, básicamente Africa y Medio Oriente no han renunciado, a la procreación, lo inundan. Y eso les crea un problema bastante parecido en algún sentido al siglo II, siglo III, con la entrada de los bárbaros en el decadente imperio Romano.

- ¿Qué piensa usted ante este “reacomodamiento” de la cultura occidental?

- Pienso como el Papa. Hay un mandato de solidaridad universal...

- ¿Sigue vigente ese mandato en los hechos?

- ... No, y menos en lo que más interesa, que es preservar la vida del planeta. Los paneles científicos de la ONU han demostrado que las emisiones contaminantes de los combustibles fósiles, sumado a la deforestación, está afectando de manera irreversible el clima humano. La clave está en la solidaridad universal. Que la humanidad asuma el compromiso es defender el futuro. Y acá me parece que hay una cuestión de representación política. Porque la democracia es el mejor de los sistemas políticos. Pero la generación actual está destruyendo el futuro de los que no nacieron.

- Usted es un hijo de la educación pública en la Argentina. Y es muy crítico del estado actual de la educación. ¿Hay algunas luces en ese horizonte?

- Usted sabe el trabajo que me da encontrar las luces. Probablemente sea la expansión del nivel inicial, de los jardines de infantes. En todo lo demás hay interrogantes. Nuestro sistema educativo es de poca calidad y es profundamente desigual. Veamos las cifras de Tucumán de las pruebas “Aprender”, por municipio. En la “Aprender” de 2016 no sabía matemática en el último año el 50 % en todo el país. En Tucumán, fue el 60%: el 59% en las estatales y el 34 % en las privadas. En todas las provincias argentinas, el nivel de conocimiento de alumnos de escuelas estatales tanto en primaria como en secundaria es sustancialmente menor al de las privadas. En análisis por municipios, en matemáticas, en Colombres no sabe el 68% de los alumnos, en San Pablo, 67%, en Tafí Viejo, el 66 % en las estatales. En la Capital, el 54%; y en Yerba Buena, 62. Son algunos datos. ¿La Legislatura de Tucumán nunca discutió estos resultados? Porque esto es público. Prueba de que a la clase política esto no le interesa. En una evaluación internacional, a Chile no le fue muy bien y tuvo que ir el ministro de Educación a rendir cuentas ante los legisladores.

- Usted marca la diferencia entre las escuelas de gestión privada y las de gestión estatal...

- Hay dos variables, el nivel socioeconómico de la familia y el tipo de gestión. La mayoría de los ricos va a escuelas privadas. Chicos pobres que van a una escuela pública saben mucho menos que los que van a escuelas privadas. Esto de la desigualdad es de todo el país, no solo de Tucumán. Mientras más lejos están de la General paz, menos saben los pibes. Mientras más al norte viva de la calle Rivadavia, más sabe. En Buenos Aires, si naciste en Belgrano y tu papá es ingeniero civil y tu mamá abogada, vas a saber mucho más que si naciste en Barracas y tu papá es peón de la construcción. El sistema educativo argentino, nos guste o no, reproduce la desigualdad y consolida la pobreza y la exclusión social.

- Pero usted reconoce también una variable socioeconómica ...

- Por supuesto, pero la escuela no lo ayuda, lo expulsa. Vamos a las estadísticas otra vez. Si comparamos los chicos que ingresaron al primario en 2005 y los egresados secundarios en 2016, de cada 100 que ingresaron en 2005, terminaron la secundaria en 2016 el 40%. Y esa cifra es cierta y es falsa. Porque, de cada 100 que ingresaron a un primer grado estatal, egresaron 32 de la secundaria. Y de cada 100 ingresantes al sistema privado, termina la secundaria el 68 por ciento. En Tucumán, se recibieron de la secundaria estatal el 31 % de los que ingresaron en primer grado en 2005; mientras que en la privada se graduó el 80%. Por eso es que gran parte de las universidades argentinas tienen alumnos que vienen de la educación privada. El sistema educativo consolida la desigualdad educativa, en lugar de quebrarla.

- ¿Cómo quebrar ese círculo vicioso?

- Lo primero es preocuparse por las cifras. Tomar nota de la realidad. El gran problema es que esto nos resbala. Porque gran parte de los sectores que conforman la opinión pública viven en un mundo distinto. Las huelgas solo cierran las escuelas públicas. Cuando usted llega a interesarse por el capital humano, pregúntese cuantos graduados universitarios tiene. El paso más importante que ha dado este gobierno ha sido romper el silencio. El gobierno anterior terminó publicando los resultados por región. Y este gobierno abrió los resultados. Y estas cifras que se hacen públicas deberían servir para abrir el debate. Yo he visto cómo funcionaba este sistema cuando fui embajador en Brasil. A este sistema lo empezó Henrique Cardoso y Lula lo profundizó. Lula no era un demagogo en materia educativa, tanto es así que mantuvo el examen de ingreso a la universidad. Muchos revolucionarios ponen el examen de ingreso, en América Latina. Correa lo puso en la Constitución, y Castro lo puso en Cuba. Nosotros graduamos 18.000 abogados y 10 ingenieros hidráulicos. ¿Qué necesita más este país?

- Cómo explica el miedo de nuestros jóvenes a la matemática?

- La matemática es hija del esfuerzo. No hay macaneo. Si usted tiene una sociedad con un calendario escolar de los más cortos del mundo, que por cualquier motivo pierde días de clase, es difícil que salgan buenos matemáticos.

- Ya no lo molesto más. ¿Qué le gustaría dejarle como regalo a sus bisnietos?

- (Ríe, del otro lado del teléfono)... Un buen libro. Cuando yo estaba en tercer grado, tenía un tío muy pobre; era rengo, y era lustrador de calzados. Y me regaló “El Manual del alumno”. ¿Se acuerda del “Manual del Alumno”?... No me regaló ningún juguete, me regaló ese libro. A ese tío no lo olvidaré nunca mientras viva.

> PERFIL

Alieto Guadagni nació en Buenos Aires en 1932. Tiene cinco hijos, 14 nietos y dos bisnietos. Es economista (UBA, Universidad de Chile, Berkeley). Varias veces se desempeñó como secretario de Estado, ministro en la provincia de Buenos Aires y embajador en el Brasil. Consejero del Instituto Di Tella, profesor de posgrado de la UCA y director del Centro de Estudios de la Educación Argentina (Universidad de Belgrano), miembro titular de la Academia Nacional de Educación y de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente. Autor, entre otras obras, de Energía para el crecimiento, China después de Mao. Socialismo y Mercado, En busca de la escuela perdida, Contradicciones de la globalización, Otra escuela para el futuro, La Argentina Estructural: Educación, y La educación argentina en el siglo XXI (en colaboración con Francisco Boero).